martes, 4 de octubre de 2011

Ese amor interminable que nunca empezó




















Esta vez me dedico a escribirte. Por que aún invisible, imposible de alcanzar me marcaste de una forma maravillosa.

La primera vez que pasó eramos chicos, yo no podía dejar de pensar en esos dientes pequeños, las pecas, los rulos y la capacidad asombrosa que teníamos de intercambiar ideas. Eso fue lo que hizo reventar el suelo, vos. Porque cuando no decía lo que sentía por dentro me incendiaba en una extraña confusión, vos eras la que yo quería, porque eras divertida, real, linda, tan linda. Me viste jugar y correr, jugar al fútbol, llorar, reir, pelear, todo. Siempre cerca.

La segunda vez fue cuando eramos pubers o pre-puber en mi caso, vos tenías el culo grande y no me hablaste. Ese día me retorcí por dentro, era de esas reuniones donde no quería estar porque me intimidaba tu todo, tu sola presencia me devoraba. No tenía palabras, ni una cara, ni un gesto, nada para darte, no había aprendido aún nada.

La tercera vez fue la vencida, pero sólo para mí. Porque te volví a ver, espléndida, ya más grandes nos vestíamos mal porque pensábamos que era cool, ya eramos grandes, pero en realidad todo eran apariencias, te vi, apareciste ahí, revolviendo la arena con los pies, siempre con tu amiga al lado. Yo una vez más perdí, no tuve palabras aunque creo que saludé. Para mí fue crucial, volví de ese campamento, ese hermoso-triste campamento donde no tuve huevos, donde no encaré. Y esa misma noche, encaré... a todas... y le robé besos bien bien porno a dos. Ahí aprendí que había que hacer. Fue la primera vez que sentí tener pelotas.

La cuarta fue tremenda. En la costa cerca del mar, una campera de Japón tenías y el pelo teñido de una forma feísima, pero que te quedaba bien igual, otra vez con tu amiga... Yo con el corazón más joven, más tierno y sangrando un amor tonto, joven. Te hablé, fui simpático porque ya sabía hablarte, pero las palabras no expresaron nada. Lo que pasó en ese momento fue una caricia en el pelo de un Dios antiguo del mar, fue la aparición de una luz de esperanza en la noche más fría que hubiera pasado mi adolescente yo. Fueron unos minutos que recuerdo por años, mucho más que otros detalles de ese dolor, mucho más que cualquier detalle, cada ladrillo de esa pared, cada mueca de tu cara, que hacía jugar a las escondidas a tus pecas. Todo.

Eso fue todo lo que vi.

Después te volví a encontrar, ahora es mucho más fácil.

Siempre a Destiempo, trágicamente a destiempo.

Una vez más hay una fuerza mayor, la presión de un monstruoso poder que no permite que te tocara si quiera una mano.

No me opongo, pero tampoco me olvido.

Te quiero encontrar, te voy a encontrar.

No hay comentarios: