miércoles, 21 de septiembre de 2011

Amor






















Exageramos las palabras, nos fundimos al cuerpo y al alma de la otra "mitad". Creemos que es para siempre, luchamos contra la opresión inexistente, nos regocijamos en nuestra unión, en lo distinta que se ve para los otros, los que no sabemos si se aman. Te miro y me derrito, Oh mi amor, cuánta dulzura junta, en tu beso y en tu pelo. Y tus manos, pretenciosas y perfectas, dibujadas en tinta china mezclada con vainilla. Oh, el amor, oh! Te prometo qué! Te juro qué! Porque sos la única persona para mí! Sos lo mejor que me ha pasado en entera la vida...

Oh qué la mujer!

Oh qué el hombre!

Lo que queda es...

Uno.

Porque al fín, eso es lo que éramos en un principio, ayer mi terapeuta me felicitó, me dijo que muchas veces las parejas de gente joven tienden a "Fusionarse" y que después cuando rompen, desaparecen ellos mismos, me dijo que a mí eso no me pasó. Eso me deja tranquilo, Por eso es que todavía puedo comer cómo un animal, hacer muchas cosas que me gustan y cojer (cómo me gusta cojer, la puta madre)cómo dios manda! (je).

Acá viene lo importante:

Aprendí que las palabras cuando son pretenciosas dejan de ser palabras y pasan a ser suspiros, suspiros de placer reprimido, de deseo de algo que no se está haciendo. Porque cuando se hace bien, no se dice nada.

Chau, pelotuda.

No hay comentarios: