No aguanto más, la búsqueda incesante por un lugar donde descansar esta espalda que se encorva y se oxida en fibras pobres, faltas de rojo y sobrantes de bordó.
Y acá sentado, pienso y enfermo, escribo, pienso, vuelvo a pensar y vuelvo a lo mismo. Me siento miserable y vacío, y esa es la excusa que encuentro a todo ahora, hoy. No quiero ser así, me fatigo de sólo pensar en mí, en la impresión que estoy dando a los demás (Aunque es cierto que encuentro consuelo en la alegría de los que quiero, aquellos que aunque pocos son realmente muy buenos) si vamos a la base de esta sensación ridícula, estamos hablando de un simple cambio, un cambio con nombre y apellido. Lo único diferente es una cosa, una sola, y se llevó un montón de cosas que no quería cerca mío. Ese es el cambio en los hechos, en los papeles, en la cancha, que se yo. El problema está abajo de la nieve, y abajo de la tierra. El daño no se va a ver, porque no lo voy a mostrar, a nadie, porque es mío y lo llevo con orgullo (como la B). Es un daño sucio, porque toca los nervios de las construcciones del pasado, derrite conceptos pesados de la metafísica, adopta la forma de una madriguera, las paredes se tiñen de rosa y sudan, luego se cierran, y yo no puedo quedarme ahí, porque hay miedo, porque hay verguenza, me echan desundo.
El Horror me come porque creí, porque me dormí en una canoa en el paraná, me reventé como un sapo las adicciones y los vicios de ser un zorro en una manada de lobos, y todo este recorrido, infame, casi intransitable, triste y soez me achico, me agazapo y exploto frente a la noche, en colores que nunca soñé, mordí pedazos de tierra, le lamí la bota al sujeto arriba del escenario.
Eso es mi problema, porque ahora ya no creo y ya no puedo esperar nada real, porque viví la peor mentira. Sólo soy el sueño de mis viejos, soy la responsabilidad de no quedar atrás, soy la esponja de conceptos, la cara, la nariz, el pelo, el defensor y el volante. Soy la comida de otro, soy el que encuentra los bichos, soy la enfermedad y el vicio, soy el cigarrillo y el chocolate. De a momentos hiervo desde los testículos hasta la grasa más insípida del cerebro y me lamento por mis caídas que no son ni fueron tantas, y me detengo a masticar el dolor de no saber manejar mi imaginación, pagando el precio de vivir en estado líquido, porque lo volatil es débil y lo sólido se cansa sólo y busco en la puta vida, en esta puta vida de la que ya me jugué un buen pedazo, Y todavía no encuentro un sólo par de tetas gordas que fueran a alimentar a mis hijos.
Ya estoy acostumbrado a esto, porque tragos amargos pasé, pero tengo ganas de tomar esta mezcla mirando a los ojos de una loca de mierda que me haga entusiasmar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario